jueves, 28 de julio de 2016

Gastronomía junto al mar

La costa asturiana nos espera en el día de hoy para saborear sus más delicados manjares. En concreto, nos acercamos a un pueblo marinero muy cercano a Avilés, llamado Salinas, donde visitamos el restaurante Real Balneario con Isaac Loya, distinguido con una estrella Michelín, siendo ya esta la tercera generación al frente. Lugar precioso con unas vistas inolvidables, desde su ubicación en primera línea de playa. Quizás en la temporada veraniega resulta un poco incómodo para la intimidad de los comensales, como para la de los propios bañistas, debido a las amplias cristaleras que rodean el local.






Y lo del nombre Balneario tiene su explicación lógica y evidente. El restaurante se asienta sobre un antiguo chalet que formaba parte de las instalaciones del Balneario de aguas marinas, inaugurado por S.M. Alfonso XIII en 1916. Han seguido fieles a sus raíces y leales al producto de la tierra, para homenaje de la rica gastronomía asturiana. Isaac ha sabido darle su toque especial de conjunción entre lo tradicional y lo innovador.








El entrante cortesía de la casa merece mención especial, por su vanguardismo, sabor y calidad: nigiri con tataki de atún acompañado de un gazpacho realmente natural y casero. Exquisito y delicado. Un inicio realmente prometedor.







Y antes de comenzar con los entrantes en sí, el ofrecimiento del camarero de unos percebes no cayó en saco roto. Es una de mis debilidades, siendo la elección acertadísima. Percebes del muy cercano Cabo de Peñas, que quedarán para siempre en mi recuerdo gastronómico.








Los primeros platos también estuvieron a la altura. Por un lado, un jugosísimo bonito de temporada sobre ponzu y cebolletas glaseadas. Bravo por ese inconfundible guiño a la cocina nipona. El taco de bonito más hecho por fuera que por dentro, para que la pieza mantenga la intensidad del sabor, bien acompañado con una salsa agridulce y unas cebolletas espectaculares.







Y por otro lado, una espectacular cola de cigala, papada confitada, snacks de fabes y jugo de remolacha amarilla. Tributo a los productos de la tierra. Riesgo y éxito. Conjuntar alubias con algo una cigala es realmente arriesgado e innovador. En esta ocasión el resultado fue el óptimo.








Llegamos al momento de la carne y del pescado. Por lo que respecta a la carne, un Angus Aberdeen con patatas grenaille y pimientos asados. carne muy especial, desde luego, ya que esa raza bovina sólo se encuentra en alguna zona de Escocia, que la cual en este caso desvirtuó un poco su calidad, debido a una presentación escasa.





En mi opinión en esta ocasión el pescado superó a la carne: lomo de lubina al vapor sobre una salsa citronela. Una lubina fresquísima y guardando todo su sabor, dado que esa salsa a base de hierba de limón era muy sutil. En definitiva, muy buen acompañamiento.







La sesión de postres fue triple. Primero, una cremosa torrija de vainilla con su helado de café. Postre notable podríamos decir. La torrija muy bien elaborada y el helado con personalidad. Más que bien.







A continuación, el postre estrella de la casa y de la tierra: arroz con leche requemado. Está claro que para degustar el mejor arroz del mundo hay que visitar la tierra de Don Pelayo. Este dulce es patrimonio de la bella Asturias, sin duda.








Y para terminar con este trío tan goloso, el tocinillo de cielo con leche merengada. Mientras en la parte superior estaba la gran bola de leche merengada exquisita, en el fondo se encontraba un consistente y dulce tocinillo, que resultó realmente empalagoso. Demasiado contundente para ser el epílogo.













Como no podía ser de otra manera, con los cafés unos últimos dulces para  hacer más placentero, si cabe, dicho momento. Correcto, pero no obstante, de agradecer la iniciativa.











Si quieren comer de modo exquisito en un lugar playero, no lo duden, la mejor opción es el Real Balneario de Salinas.



Última visita: 23/07/16



Avenida de Juan Sitges, 3 
33405 Salinas (Castrillón) Asturias




985 51 86 13

martes, 12 de julio de 2016

Cocina catalana de vanguardia

Hoy nos acoge la turística Barcelona para ofrecernos uno de sus muchos lujos gastronómicos. Y no hay que alejarse mucho, ya que casi en pleno centro a escasa distancia de la plaza de toros Monumental, en concreto en el distrito del Eixample, se encuentra dicha joya, que no es otra que el restaurante Manairó. Al frente de todo ello un apasionado de los fogones y enamorado de la enseñanza gastronómica: Jordi Herrera, que ha sabido rodearse de hábiles e inquietos alumnos de su escuela, tales como Roger Viñas. Está claro que el futuro del Manairó está más que asegurado.








Lo que más sorprende del Manairó, aparte de su gastronomía catalana de vanguardia, es su atrevida decoración, rozando lo tétrico. El local es estrecho con mesas en una única hilera, demasiado pegadas a la pared y con una iluminación muy escasa, para tratar de crear un ambiente más íntimo. Lo de la luz es realmente original, porque el camarero te recibe junto a la puerta, y como a la antigua usanza te acomoda en la mesa, iluminando la mesa, que está en penumbra, con un foco. Resulta un poco más siniestro la jaula donde se deposita el foco, porque en vez de pájaros, tiene una navaja, Muy estilo Buñuel diríamos.








El primer entrante fue muy original; realmente fueron dos: sardinas a la brasa, por un lado y xoff de pan con tomate, por otro. Además de muy sabroso, estético y apoyado en un soporte muy atractivo -el chef está detrás del diseño de todo lo ornamental-. Buen comienzo.






Continuemos con los entrantes. El siguiente fue un guiño a la cocina nipona, pero quizás quedó un tanto deslucido: bonito ahumado con tomillo y vermut. Yo siempre he sido un amante de la cocina innovadora, pero con precaución. Una de las premisas es que la materia prima no se vea enmascarada por otro ingrediente, y esta vez es lo que sucedió con el vermut, que en absoluto mejoraba el sabor del bonito.





Gratísima sorpresa nos llevamos con el siguiente entrante. Sopa de calamar con calamar. En principio puede parecer que el plato no nos diga nada, pero el mérito está en que con un sólo producto se puede crear una auténtica maravilla. Un único calamar provocaba múltiples sensaciones y todas exquisitas. Bravo.





A continuación, uno de los entrantes que cada día está ganando mayor peso en nuestra rica gastronomía: yema de huevo coulant con chistorra. Eso sí, una manera diferente de trabajar con el huevo. En vez de ofrecerlo a baja temperatura, en está ocasión se trataba de un huevo cocido y líquido por dentro. Resultó sabrosísimo.






Más sorpresas, y de las notables. Mientras nuestros ojos no daban crédito, porque lo que creían ver era una basta fritura de calamar, al llevárnoslo a nuestra boca supimos que se trataba de calamares de huevo frito ¡¡Otra vez se jugaba con el huevo!! Con un simple huevo lo que se podía obtener era mágico. Inolvidable.






Vayamos con los momentos del pescado. Dos mejor que uno. El primero fue merluza con garbanzos y butifarra negra. La combinación de ingredientes fue perfecta. Nadie esperaba el conjunto garbanzos-pescado, y al mismo tiempo los productos tradicionales de la tierra presentes, caso de la butifarra.






Y el segundo también fue de sabor contundente: raya con habitas y jugo de cangrejos. Si bien la raya no es uno de mis pescados favoritos, la salsa de cangrejos, y sobre todo, las habitas, suavizaban el plato, mejorando muy mucho el resultado.






En el apartado de carnes, como no podía ser de otra manera, para mantener la sintonía la propuesta fue igualmente de dos platos. Por un lado, carrillera de cordero asada con tirabeques y Mª Luisa. Un valor seguro, y más aún, sabiendo de la destreza de Jordi. Muy recomendable.






Por último, un especial filete de ternera a la parrilla de clavos. Similar al anterior plato en su elaboración, pero distintos en el sabor. Nada que ver un filete con una carrillera; habrá quien se incline por el primer plato y habrá quien prefiera el segundo. Cuestión de gustos. Nosotros afortunadamente saboreamos ambos dos.







Finalmente, doble sesión de postres. Para aligerar, una refrescante caipiriña de maracuyá. Muy acertado comenzar con un dulce más digestivo, para después saborear el postre estrella con más deseo, si cabe.







Órdago final: coulant de chocolate y ron. Otro plato de los clásicos de nuestra repostería. Eso sí, que no nos den gato por liebre. Cuando mucho abunda es peligroso. No fue el caso. Textura y sabor de diez, sin olvidarnos del helado de frutas del bosque, que no bajó el nivel para nada.







Productos tradicionales catalanes dirigidos hacia la elaboración de una gastronomía novedosa y de innovación, todo eso, nada más y nada menos, es Manairó.




Última visita: 18/06/16




Diputació, 424
08035 Barcelona





93 231 00 57

miércoles, 6 de julio de 2016

¡¡Viva el arroz!!

La bella ciudad de Santander nos espera en el día de hoy y qué mejor sitio que un restaurante con unas vistas espectaculares a la primera playa del Sardinero como Los Infantes, a cuya calle en la en la que se encuentra debe su nombre, precisamente. Al mando de todo ello, un veterano de guerra, victorioso en mil batallas gastronómicas, como el bueno de Antonio Ruiz Herrero. Su especialidad y arte está en todo tipo de arroces, algo por otra parte, difícil de encontrar en el norte del país.








Si quieren disfrutar del mar Cantábrico en su plenitud, Los Infantes les ofrece la posibilidad de que opten por acomodarse en su coqueta terraza, sin despreciar para nada el comedor interior de estilo clásico, donde uno tampoco pierde de vista el Sardinero y donde las mesas guardan la distancia exigida para que el más exigente de los comensales pueda disfrutar tanto de las joyas gastronómicas como de una placentera y relajada conversación.









Cuando nos estábamos zambullendo en la lectura de la carta, donde los ya mencionados arroces, los pescados del Cantábrico y la carne a la piedra son los protagonistas, nos ofrecieron una sabrosa tortilla bien decorada con una pequeña ensalada, lo que animó a nuestros ansiosos jugos gástricos.





Dado que en esta casa lo que prima es lo tradicional y la sencillez en el plato es su seña de identidad, optamos por saborear unas clásicas croquetas caseras. A decir verdad, nos sorprendieron gratamente. Muy atrevidos al ofrecer diversos rellenos, tales como calamar en su tinta, queso, jamón... Riego que se debe de valorar, desde luego.





El siguiente entrante fue de los que con el tiempo serán recordados e irán ocupando un espacio en la biblioteca gastronómica de los recuerdos: habitas frescas salteadas con jamón. Si el absoluto dominio del arroz creaba una notable sensación de extrañeza, no lo era menos el espectáculo de aquellas habitas. Verdadero inesperado deleite proveniente de la desconocida huerta cántabra.





Y por fin, el auténtico protagonista de la jornada: arroz a banda con langostinos, calamares y mejillones. Sobran las palabras. Sólo el poder saborearlo rendiría tributo al plato como lo merece. Arroz suelto y exquisito, donde hay un detalle a destacar, que permite que su sabor, además de mágico sea realmente original: el último toque de brasa que se le da. Resulta fantástico.




Lamentablemente sólo había sitio para un postre, aun siendo la variedad era amplísima. Creo que nuestra elección fue más que acertada: pastel de leche cuajada y galleta María con helado de vainilla sobre naranja. Brillante. Un postre que, evidentemente, colmaría las expectativas de los más golosos, puesto que la principal característica era el permanente gusto dulce.





En definitiva, si quieren degustar uno de los mejores arroces en el norte de la península, Los Infantes es el lugar.


Última visita: 19/06/16

Web del restaurante (no disponible)




Avenida de los Infantes, 95
39005 Santander (Cantabria)


942074300