martes, 30 de septiembre de 2014

Símbolo gastronómico de Cádiz

Continuamos nuestro periplo gastronómico en la provincia de Cádiz, y esta vez, concretamente, nos vamos a la capital, a un referente o faro de la cocina gaditana. Y acudimos precisamente al restaurante El Faro; ¿un juego de palabras o una realidad? Más bien, una realidad. No se puede entender toda la amplitud de la cocina de dicha tierra, si uno no tiene el placer de visitar este lugar mágico. Cádiz con su salero, gracia y encanto nos espera.






¿Qué podemos decir del Faro? Sobre todo, además de la inmensa carta, el saber estar, dominio y profesionalidad del personal, que se lo ha dado, evidentemente, su medio siglo de tradición en los fogones, que inició Gonzalo Córdoba en el castizo barrio de la Viña. Comienzos modestos: una pequeña barra decorada como una taberna marinera, redes y útiles de pesca junto a bancos y mesas de madera, y nada más, para que posteriormente su hija Mayte lo transformara en un local amplio y dotado de modernas instalaciones.









El inicio fue prometedor, tanto por la calidad de lo que se nos ofreció, como porque fue cortesía de la casa. Por un lado, gazpacho de sandía, muy de agradecer, dadas las fechas en las que acudimos. Pero es que, si bien se trataba de un plato altamente ya conocido por todos, ese toque sutil y refrescante sabor de la sandía era la guinda ideal.






Y por otro, patatas aliñadas, las cuales para mi grata sorpresa ya se encuentran entre los que considero a partir de ahora, muy merecidamente, aperitivo de los denominados inolvidables ¡¡Quién lo iba a decir que unas sencillas patatas pudieran provocar semejante gozo y deleite!! Simplemente unas patatas cocidas cortadas en rodajas con cebolleta, perejil picado, sal gruesa, vinagre y aceite de oliva crearon algo inimaginable. Espectacular.





Para empezar, un entrante clásico gaditano: tortillitas de camarones. Sí, además de un clásico, un plato de los considerados estrellas. Tan sencillo y tan complicado ¿Y por qué complicado? Por la búsqueda de ingredientes, tales como la harina de garbanzos o los propios camarones (no así en Cádiz) y porque el riesgo de quede demasiado aceitosa es enorme, que fue nuestro caso. Lástima.











Más entrantes ¿Cómo iban a faltar unas puntillitas de Sanlúcar fritas en un lugar como Cádiz. Seguro que todos las estaban esperando. Pues aquí las tienen. Les tengo que confesar que nunca antes las había degustado, por lo que fue una nueva experiencia para mí y me gustó, pero cuidado que pueden llegar a resultar un poco demasiado fritura.












Pero como podréis comprobar a continuación, nosotros no nos saciamos y continuamos en el mundo de las puntillitas, pero esta vez, un poco más elaboradas: puntillitas de Sanlúcar salteadas con espárragos y alcachofas ¡¡Y estas sí que nos encantaron!! Vaya que sí. El salteado, delicioso, con lo que el plato ganaba muchísimos enteros. Muy bien.









Y ahora el plato estrella de la jornada, que al mismo tiempo se llevó el premio a la originalidad: lasaña de láminas de calabacín y pisto con queso Payoyo ¿Alguien da más? Imposible. El plato lo tenía todo; completísimo. Fino y con un guiño al producto de la tierra ¿Saben que la cabra, con la cual se elabora dicho queso, es autóctona de estas tierras? Pues eso; el pisto español, la lasaña italiana y el queso gaditano se dan la mano. Mejor, imposible.









El último plato, igualmente, vistoso y atractivo, a raíz de la presentación y del colorido. Corvina a la plancha con verduras al dente, vieira y carabineros. Bien la corvina, exquisitas las verduras, vieira que no tenía que envidiar a una gallega, pero los carabineros... Sólo el poder degustarlos merece un viaja a la Tacita de Plata. No hay palabras. El paladar habla por sí solo.





Vayamos con los postres ¿Qué les parece un bizcocho de chocolate (servido templado) relleno de helado de vainilla y con una salsa de caramelo? ¿Bien? Pues yo tengo algún pero que otro. No va a estar entre mis favoritos, de ninguna manera. Quizás sea un experto en materia de este postre, por los muchos que he saboreado y todo ello me haga un poco más crítico, pero esto no exime de culpa. Así que, a mejorar tocan.





El broche final sí que fue acertado. Como no podía ser de otra manera, optamos por el postre "Especial 50 aniversario": crema cuajada de chocolate blanco al limón con crumble de piñones y frutas de temporada. Dulce, ligero y fresco. Por tanto, garantía de éxito, incluso efectivo para atrapar los paladares más exigentes.






¿Dónde es la parada gastronómica en Cádiz? Sin lugar a dudas, en El Faro.



Última visita: 31/08/14
Ver ubicación Lat: 36º 31' 42'' N / Lon: 06º 18' 13" W

Calle San Félix 15
Cádiz



956 22 58 58



miércoles, 24 de septiembre de 2014

Los mejores langostinos del mundo

Sí, así es, queridos amigos. Si quieren degustar los langostinos más sabrosos y de tamaño de récord, hay un lugar que les espera: Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). Seguro que el manjar del langostino siempre lo habían asociado a esta bella localidad, pero es que además es en Casa Bigote donde dicho producto alcanza el placer sublime. Podrán comprobar que todos los consejos de los lugareños tienen el mismo destino, y no es otro que Casa Bigote ¡¡Y pensar que todo empezó hace ya más de 60 años para despachar manzanilla y en la joya gastronómica en la que se ha convertido en la actualidad!!






El lugar, precioso donde los haya, puesto que se ubica  en el famoso Bajo de Guía, en la desembocadura del Guadalquivir, frente el coto de Doñana. Quizás, el exterior con más encanto que los propios comedores, si bien todo ello responde a que han tratado de ser fieles a la tradición. Algo que igualmente lo demuestran en la cocina, ya que el protagonista único y exclusivo del filme gastronómico es, sin duda, la materia prima; se basan en la amplia gama de pescados y mariscos, que les brinda la extraordinaria zona geográfica en la que se hallan, supeditándose, eso sí, a factores como la temporada propia de cada especie o a las condiciones climatológicas. De hecho, es tal el culto al producto, que, incluso, van cantando en el propio restaurante de viva voz, el último ejemplar más fresco que les acaba de llegar de la lonja. Lujo.








Y como no podía ser de otra manera, como mandan los cánones, el comienzo fue a base de unos espectaculares langostinos de Sanlúcar de Barrameda. Les advierto que el testimonio gráfico no hace justicia al tamaño de dicho marisco, porque su tamaño era de bigotes ¿De ahí el nombre de Casa Bigote? Y no sólo el tamaño, el sabor. Tuve la sensación de que era la primera vez que degustaba un langostino de verdad. Pruébenlo y cuéntenme.




Vayamos con los otros dos platos. En primer lugar, calamar a la plancha con salteado de arroz y setas. Probablemente demasiados ingredientes, unido a otro problema: mala conjunción de estos. El resultado fue que a uno le quedaba la sensación amarga de que se enfrentaba a un plato combinado un tanto desordenado y eso... 






En el apartado del pescado optamos por una recomendación de la casa: urta a la espalda. Debo confesarles mi desconocimiento acerca de dicho pescado. Luego supe que se trataba de un pez de la familia de los pargos, similar a la mojarra y al sargo, frecuente en la costa gaditana. Una vez degustado, no pongo en entredicho su calidad, pero la salsa a base de manzanilla enmascara el sabor y dificultaba su ingesta.





Finalmente, los postres. Por un lado, las bizcotelas. Ricas y originales. Pequeños bizcochos con almendras recubiertos de azúcar glas, que además resultaban ligeros. Buen postre.













Por último, un clásico de nuestras cocinas: tocinillos de cielo. Con agua, azúcar y yema de huevo, ya tenemos al alcance de nuestro paladar este manjar. Tan sencillo y tan difícil ¿Y saben qué este es uno de los dulces fetiches de Cádiz? Doy fe que lo demostraron con creces.










Vivan, disfruten y gocen de la magia del auténtico langostino en Casa Bigote.



Última visita: 30/08/14

Calle Pórtico Bajo de Guía, 10,
11540 Sanlúcar de Barrameda, Cádiz


956 36 26 96


P.D. Por cierto, ya disponen de una nueva encuesta a su disposición. Anímense y voten. Gracias anticipadas.


miércoles, 17 de septiembre de 2014

Galicia calidade suprema

Hoy visitamos una de mis mayores debilidades gastronómicas, y por qué no decirlo, el mejor restaurante de Galicia, en mi modesta opinión, pero a la que cada vez se unen más críticos gastronómicos: Casa Solla. Al frente de todo ello, un hombre, el cual se entrega a su pasión como pocos: sirve, recoge, cocina, aconseja de vinos... Él es Pepe Solla, que no sólo se esconde en su cocina donde hace pura magia, si no que interviene e interactúa con el comensal. Grande Pepe. Y todo, porque lleva la cocina en la sangre; sus padres le inculcaron dicho gusto, que el comenzó por saborear a través de sus brillantes inicios como sumiller. De ahí, su formación completa.






La ubicación tiene igualmente hechizo y encanto gallego. Se encuentra frente a la ría de Pontevedra, lo que provoca una sensación de paz y sosiego inmensas. En concreto, en San Salvador de Poio, municipio muy cercano a Pontevedra. Una vez dentro, observamos un ambiente moderno, minimalista y acogedor, que contrasta de manera adecuada con lo más rústico de la fachada y el entorno. 9 mesas en un único espacio que aúna cocina, salón y sala de estar, ideal para que Pepe pueda controlar todo. Magnífico el poder apreciar la elaboración de los distintos platos desde nuestra mesa, gracias a una cocina cercana y acristalada y buen final de fiesta con el café en la sala de estar. A eso se le llama aprovechar el espacio a gusto del cliente.







3 menús disponibles, donde en todos y cada uno de ellos, la implicación con la tierra gallega es total, creando platos innovadores, sin abandonar jamás esas señas de identidad. En nuestro caso optamos por el Menú Gastronómico, el cual, diríamos que se trataba del intermedio. La velada tuvo sus momentos. Primero, el momento aperitivo.






Aperitivo que invitaba a cerrar los ojos y soñar lo que uno realmente estaba saboreando: camarones crujientes y bocata de molusco. Podríamos decir lo de ¿es un ave, es un hombre? No, es Superman. Pues no. Es Pepe Solla ¿Y qué me dicen de las piedras que se comen y las aceitunas rellenas? Nada de lo que parece es real. Todo magia y arte gastronómico.





¿Y el huevo que no es? Aquella crema fina y delicada formada por un queso San Simón que suplía a la clara y  crema de calabaza para simular la yema, a uno le provocaba sensaciones enfrentadas. Huevo por fuera y crema fría por dentro ¿Jugamos a las adivinanzas? ¡¡Qué mejor profesor que Pepe!! Podríamos definir su cocina como el resultado de las inimaginables adivinanzas gastronómicas.





Y para terminar con el momento aperitivo, la "laconcita pibil" de nabo. Una explosión de sabor inspirada en una clásica fajita mexicana que sustituye la costilla de cerdo por lacón y la propia fajita por una lámina de nabo. Ya ven, su tierra siempre presente. Fusión de México y Galicia.








Tras el momento aperitivo vayamos con los platos principales. Primero, el huevo de verano, acorde con las fechas en las que nos encontrábamos, y como bien imaginan, en función de la estación en la que nos encontremos, modificación que se produce. Por tanto, la próxima, huevo de invierno. Vaya, lo que permite crear la verdura de temporada, o más bien, lo que un mago como Pepe puede crear.





De pescado, una reina: merluza sobre un puré de tubérculos, ensaladas y ajada. Cuando el producto es fresco de verdad y los acompañantes a la materia prima principal son los ideales, sobran las palabras. Simplemente, sólo resta sentarse en la mesa y vanagloriarse del privilegio gastronómico que se siente.






Y por último, el momento de la carne: costilla ibérica, tirabeques y cachelos. Quizás, el plato que más nos desencantó. Resultaba un poco pesado e indigesto, con lo que rompía la línea delicada del menú. No obstante, nuestras impresiones positivas y emociones sin límite no se vieron alteradas.







Los postres, espectaculares. Para comenzar, su selección de quesos. De la tierra, como no podía ser de otra manera. Modo idóneo para adentrarse en el postre; inicio con algo salado, como el queso, y continuación con los dulces, para acabar con el deleite goloso por excelencia: el chocolate.







Pasito a pasito en los dulces. Con el fin de ir recuperando apetito, fuerzas y poder reiniciar la tarea de poner en marcha los jugos gástricos, una de cítricos. Si el propósito consistía en hacer una pequeña digestión para lo que venía a continuación, de veras que se logró. Fresco y digestivo. Bravo.











Y es que nos esperaba el soufflé tradicional Solla. Falso bizcocho sin harina, helado de vainilla, merengue, horno y flambeado. Un clásico también llamado “tortilla noruega”, que, ciertamente, no se encuentra en muchos sitios. Riquísimo. Si hubiera algo que objetar, quizás, una ración un tanto exagerada, pero algunos seguro que lo agradecen...














Para acabar, como ya les había adelantado, el dulce por excelencia: el chocolate. ¡¡Y vaya variedad!! Bizcocho crujiente, bizcocho cremoso, macarrón, polvo con grué, almendra, trufa, relleno de licor y choco-coco. Escojan y sírvanse ustedes mismos, si son tan amables. Por cierto, y no les entretengo más, el lienzo es obra de Pepe. Él se acerca a la mesa, y como si fuera afamado pintor, toma el pincel (manga pastelera), pinta unas figuras, y sobre ellas deposita los dulces. Gracias, artista.











Si aman Galicia y adoran la gastronomía, Casa Solla es su lugar.


Última visita: 16/08/14
Ver ubicación Lat: 42º 26' 00.62" N / Lon: 8º 40' 08.44" O

Avda. Sineiro, 7.
San Salvador de Poio, 36005, Pontevedra

986 872 884



jueves, 11 de septiembre de 2014

El poder de la tierra

Tras una merecida pausa veraniega, ya está de vuelta Gastrodisfrute; espero que no me hayan echado mucho de menos. Eso sí, el periplo vacacional ha dado para bastante, como podrán ir comprobando a lo largo de las próximas semanas, al ir conociendo los distintos rincones de nuestra rica y vasta gastronomía. Hoy comenzamos en un lugar muy especial y bello, que no es otro que Puebla de Sanabria (Zamora). Allí visitamos La Posada, pero no la confundan, porque en la propia villa hay más de una. Seguro que el testimonio gráfico les guía al lugar correcto.








A destacar el entorno; unas vistas espectaculares al lago, lo que provocan que un simple café sepa a gloria divina. Además, la propuesta de multitud de salones privados permite disfrutar de una privacidad difícil de encontrar en muchos restaurantes. Nosotros tuvimos el placer de saborear la cocina sanabresa en un salón ¡¡dentro de una  auténtica roca!! Y sí, su cocina se basa exclusivamente en el producto sanabrés, por lo que por un día uno se hace acreedor de una exquisita gastronomía local.









Como les he adelantado anteriormente, todos y cada uno de los distintos platos fueron originarios de la tierra. 2 entrantes; por un lado, uno que lógicamente no podía faltar en la mesa: los inigualables Boletus Edulis en su salsa ¿En una tierra experta en la ciencia de la micología cómo negarse a saborear al rey de las setas y hongos? Y vaya que fue el rey. Simplemente fabulosos.





Continuemos con los entrantes y los platos de la tierra ¿Les apetecen unos habones sanabreses con tropezones de matanza? Supongo que antes que nada, querrán saber de qué se trata. Pues son una variedad de alubia sanabresa, de delicada textura y excelente sabor, y sobre todo, de finísima piel, con lo que la nota es de 10. Si son amantes de la alubia, no pueden pasar por alto esta majestuosa legumbre.









Los platos principales tampoco fueron una excepción. Nuevamente cocina basada en los recursos de la tierra y de las aguas de su entorno. Lo mejor de la jornada gastronómica: rabo de ternera con edulis. Y mira que yo no soy muy amigo de este tipo de carne, pero es que lo bordaron en presentación, originalidad, preparación y sabor. Bravo. Una lámina de queso al horno con unos sabrosos edulis sobre una cama de arroz, acompañando a una carne tierna tienen la culpa.










Sigamos. Turno del ragout de corzo con ciruelas al oporto. Ya ven, tierra de caza también. Quizás resultó una pequeña decepción, pero en su defensa se debe resaltar la dificultad del plato, a lo que se añade el listón tan elevado que dejaron el resto de platos. Hasta el mejor escribano tiene un pequeño borrón.








Y por último, un clásico de nuestros paladares y nuestra gastronomía: el solomillo de ternera, pero claro, en este caso, como no podía ser de otro modo, con una peculiaridad: ternera sanabresa, siendo totalmente fieles al guión establecido previamente. Por cierto, el solomillo, fantástico. Poco hecho, lo que realzaba el sabor de la pieza. El pequeño, pero gran secreto del éxito de este plato.





Momento de los postres. Optamos por degustar una original tarta de queso, quizás ¿estilo sanabrés también? Original tanto por su sabor, como por su composición. Nos recordaba a la archiconocida quesada cántabra, pero más jugosa. En definitiva, un híbrido entre la típica tarta de queso y la quesada. Bien.






Y para terminar, un helado, pero vaya helado, señores: helado de queso con miel. Una vez más el queso presente en los postres, algo lógico, por otra parte, dada la calidad de los quesos de la provincia de Zamora. Volviendo al tema del helado, 100% recomendable. Pocas veces había tenido el gusto de saborear un helado tan natural. De veras.






¿Homenaje a los productos de la tierra? Visiten entonces La Posada en Puebla de Sanabria.



Última visita: 11/08/14
Web del restaurante (no disponible)



49300 Puebla de Sanabria
Zamora