Lugar muy especial el que visitamos en el día de hoy, sobre todo por su historia y la multitud de personajes ilustres que lo han disfrutado. Se trata del Mesón Cuevas del Vino ubicado en Chinchón. En realidad, más que de un de restaurante, podemos catalogarlo como un auténtico museo. En sus inicios era una antigua casa de labranza de finales del siglo XVIII, cuya actividad principal se basaba en la elaboración de vino y aceite. También se almacenaban diferentes variedades de cereales del campo, para su posterior venta. Esta casa contaba, por tanto, con numerosas dependencias destinadas a almazara, lagares, bodegas, cuevas, almacenes de grano y vivienda, así como gran cantidad de fincas de labor, fundamentalmente, viñedos y olivares. Además de estas dependencias, la casa cuenta también con caballerizas, pajares, numerosos almacenes de grano y fragua. En definitiva, un auténtico placer para los ojos.
Y espacio a raudales. Tanto es así que disponen de nada más y nada menos que de 7 comedores. Allí uno no puedo dejar de mirar todas las tinajas que recogen las firmas y textos manuscritos de los ya citados personajes famosos. La nada despreciable cantidad de 405.000 litros se podían almacenar en estas tinajas ¿qué les parece? Y siendo un lugar de más de 300 años y de esa belleza extraordinaria, evidentemente, el provecho no ha sido sólo gastronómico. Ha servido de marco para numerosas películas, series o programas de televisión, así como para spots publicitarios. Entre otras películas habría que destacar: “Sex o no sex", con Carmen Sevilla y José Sacristán y “Campanadas de media noche”, de Orson Welles.
En cuanto a la gastronomía, eso ya es otro cantar. Viven más de la historia y de la farándula que del optar por ofrecer unos buenos menús. Comenzamos con algo típico de la zona: morteruelo. Es una pasta típica elaborada con hígado de cerdo y otros ingredientes, como jamón, carne de pollo, perdiz o conejo, guisados, machacados y desleídos con especias y pan rallado. Francamente, a mí no me gustó.
Y antes de empezar con los platos principales, un entrante más, y clásico donde los haya también: croquetas de ibérico. La sensación que nos dejó fue la de ni frío ni calor. Esperábamos más del jamón, tratándose del lugar en el que nos encontrábamos, mientras la bechamel más que mejorable, dado que destacaba por su ausencia de cremosidad.
En los platos principales, de igual manera, optamos, por lo típico de la casa. Primero, chuletitas de lechal. Pues que quiere que les diga, en mi humilde opinión, a pesar de que se tratara de un cordero lechal, lo que conlleva una pieza más pequeña, el tamaño de las chuletillas rozaba lo ridículo.
Más carne. Solomillo de vacuno gallego. Tampoco de las mejores piezas, pero aceptable. No obstante, lo que era más dudoso era la crema que acompañaba a la carne, la cual no llegamos a adivinar con seguridad qué ingredientes la componían.
Por último, el mejor plato de los que degustamos: cochinillo asado. Hizo honor a los excepcionales hornos de que dispone el lugar. Tierno, jugoso y en su punto. En cierta medida, salvó la jornada que resultó un tanto aciaga. Compensó lo anterior.
Ya ven, si no es exactamente por lo que nos mueve, es decir la gastronomía, bien merece una visita por conocer un lugar muy especial, con mucha historia y mucho duende.
28370 Chinchón (Madrid)
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