Pues sí, así es. El asador que visitamos hoy se ubica en la bella ciudad de Vitoria, pero la denominación que le dieron al local los responsables de todo, José Manuel Uranga y Ana Carrera, ya nos adelantaba su origen y sus raíces: asador Orio. En dicha pequeña villa marinera ambos aprendieron la magia del manejo de la parrilla en uno de los asadores más sublimes en dicha materia, que no es otro que el asador Xixario.
Esta herencia la han llevado con un gran éxito a una ciudad como Vitoria, donde desde luego también se saben aprender los mejores pescados y las mejores carnes a la parrilla. Y allí, en un lugar estratégico de la ciudad, a cinco minutos del centro andando en el parque del Prado, con unas vistas inmejorables, podemos degustar la mejor materia prima en un espacio modesto, pero realmente acogedor.
El inicio fue a base de dos entrantes. Por un lado, una exquisita menestra natural. A destacar que todos los productos eran de primerísima calidad y algo que parece baladí, pero no lo es en absoluto; el jamón que acompañaba a las verduras era de nota.
El segundo entrante fue una ventresca de bonito. Un plato completísimo, ya que además del atún, una cebolla sabrosísima, pimiento verde, pimiento rojo y alegría conformaban el plato. En la línea con el anterior entrante. Muy bien.
Los platos principales también rayaron a buena altura. Como no podía ser de otra manera, y sin dudarlo, nos decantamos por degustar un besugo a la parrilla. Nos trasladó a los mares más cercanos, con lo que su propósito se cumplió con creces.
Y hubo más pescado, dado que estábamos ávidos de saborear ese majestuoso producto: merluza de ración con cebolla pochada y patatas panaderas. Quizás en su debe hay que señalar que a la merluza le faltaba un poco más de tiempo en su elaboración. Lástima.
Por último, el momento de la carne. Chuletillas de cordero con patatas fritas caseras y pimientos rojos asados. Otro detalle de los que aparenta nimio, pero no lo es: patatas caseras, algo que, lamentablemente, cuesta más encontrar. Y la pieza igualmente de calidad. Bravo.
Los postres también fueron variados y de calidad. A falta de uno, tres. Primero, sorbete de limón al cava para digerir los suculentos manjares ingeridos. Nada que objetar. Refrescante y digestivo.
Más. Cuajada casera. Se trata de un postre tradicional, de toda la vida, que no puede faltar en ninguna carta de este tipo de asador que se precie, y menos aún si el dulce que se ofrece es notable, como fue el caso.
Por último, una de mis debilidades: panchineta. Por si alguno lo desconoce, se trata de un pastel, el cual se prepara con un hojaldre y se rellena con crema hecha de huevo, harina y azúcar. Después se mete todo en el horno espolvoreado con almendra y se saborea caliente. Además, se le puede añadir chocolate caliente, como fue el caso. Me gustó.
Ya ven, si no pueden visitar la costa para saborear un buen pescado, hay un lugar que les está esperando: asador Orio.
01007 Vitoria-Gasteiz, Araba
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