Hoy nos espera una ciudad, la cual tiene una luz y un color especial, que no es otra que la siempre acogedora Sevilla, donde nos dirigimos al restaurante Becerrita, a degustar las excelencias que nos brinda dicha capital andaluza. Antes de comenzar, merece la pena detenerse a conocer un poco de su rica y vasta historia. Con aires tasqueros en un singular edificio de principios del siglo XIX, los cuales se conservan aún, y bajo la denominación de Taberna Picacho, la cual evidentemente la ha perdido, nació en 1968 la aventura a los mandos de Enrique Becerra Reyes, para continuar con ella Jesús Becerra Gómez.
Y su ubicación también es más que interesante. Es cierto, que se aleja ligeramente de la zona más bulliciosa de la ciudad, pero se halla en la famosa puerta Carmona en la ronda histórica de la ciudad. El local, siendo un lugar clásico, se ha ido modernizando, con un mobiliario y decorado ornamental vanguardista. Como hemos comentado anteriormente, ya que no olvida sus orígenes, la opción de tapas en la barra es muy demandada. Nosotros, no obstante, optamos por sentarnos en uno de los distintos salones de los que dispone, concretamente en el Comedor Imperial.
Ya sin más preámbulos, nos centramos en las siempre protagonistas delicias gastronómicas. Primero, cortesía de la casa, se nos obsequió con unas patatas aliñadas con aceite de oliva. Sin alardes y quizás, con un exceso de aceite.
Continuando con lo que propiamente fue nuestra demanda, optamos por saborear, como no, uno de sus entrantes estrellas: ensaladilla de gambas. La textura de la propia ensaladilla, a la cual, si añadimos la enorme calidad de la gamba, seguro con procedencia onubense, nos deja un plato con un recuerdo notable.
Sin embargo, ese dulce comienzo se fue amargando tras probar el siguiente entrante, el cual igualmente se encontraba entre las recomendaciones de la casa: croquetas de cola toro. Cual fue nuestra sorpresa y disgusto, tras comprobar que no se trataba de unas verdaderas croquetas, dado que la bechamel brillaba por su ausencia. El relleno recordaba a un compango típico de la fabada asturiana, lo que convertía a la croqueta en algo ciertamente difícil de deglutir. sin riesgo a empacharse.
Con el fin de aligerar nuestros estómagos pesados, tras el mal trago anterior, decidimos saborear un plato más refrescante, con el cual, desafortunadamente, tampoco acertamos: tartar de atún rojo de Almadraba. Al igual que las gambas, el atún era un buen producto de la tierra y de calidad, pero que no sirvió para redondear el plato. No resultó tan ligero como uno creía y deseaba. Lástima.
Finalmente, atacamos, como no podía ser de otra manera, a una de las especialidades y referencia de tierras andaluzas: guiso de cola de toro "sevillana". Y aunque resulte muy extraño de creer, no hubo éxito, hecho que no nos había ocurrido jamás en esta bella ciudad. Quizás el toque, al que ellos llamaban "sevillano", era el de las especias, de las cuales abusaron enormemente, enmascarando el verdadero sabor.
Para terminar los postres. Por un lado, un brownie de chocolate y crema catalana. No podemos decir que fuera un auténtico brownie al uso, sino más bien una tarta que combinaba ambas opciones. Algo novedoso y curioso, pero, a fin de cuentas, agradable para el paladar.
Por lo que respecta al otro postre, también podría entrar en la lista de dulces con cierta elaboración: helado de turrón con torta de almendras. Buen helado y una sabrosa torta. Tierra de helados y torta. No nos podía defraudar.
Les prometo que volveremos a visitar este lugar, porque confiamos plenamente en que durante la segunda oportunidad disfrutaremos más intensamente.
Última visita: 30/11/19
Ver ubicación Longitud: -31º 42’ 48.16’’ Sur Latitud: 40º 23’ 48.35’’ Norte
41003 Sevilla
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