Hoy visitamos un lugar con auténtica magia: Casa Garras. Está ubicado en el precioso Valle de Carranza, en pleno centro del municipio que da nombre a dicho valle, un poco alejado de Bilbao, a caballo entre Bizkaia y Cantabria. No obstante, se trata de una inmejorable oportunidad para poder disfrutar de una bonita excursión. Casa Garras abrió en 1971. Actualmente su tercera generación, Txema y Pilar Llamosas son las cabezas visibles del negocio. Txema, en cocina tras formarse con pilares de nuestra gastronomía, tales como Eneko Atxa, Arzak y Ferrán Adriá y su hermana Pilar, enóloga, en la sala, ejerciendo de maitre. Sin olvidar a la segunda generación, tanto José Mari Llamosas como su mujer Natividad Orcasitas, los cuales aún continúan a pie del cañón. Ella, en cocina con su hijo y el padre, gestionando la barra en el bar del piso inferior. Un auténtico equipazo.
En cuanto al local, se debe señalar que se acaba de finalizar una estupenda obra, dándole a los dos comedores de la planta superior un toque de modernidad sensacional, diáfano y con mucha luz. Además, llama poderosamente la atención el atractivo armario para vinos, que nos permite poder saborear la mejor opción gastronómica disponible, que por cierto es realmente variada: carta, con muchas especialidades tradicionales, menú gastronómico y menú degustación. En nuestro caso hubo división de opiniones, optando unos por el menú gastronómico y otros por lo más tradicional. Eso sí, les recomiendo encarecidamente que prueben otro de los proyectos de la familia Llamosas, que no es otro que el Petite Txakolina. Buen txakoli.
Dado que un servidor tuvo el placer de gozar con el menú gastronómico, a él me voy a remitir. Comencemos la fiesta. Primer entrante: sopa de tomate ecológico sobre tartar de salmón ahumado Keia y escarcha de bloody mary de sandía. Un placer para el gusto y para la vista. Fresco y realmente sabroso. Enhorabuena.
El segundo, igualmente vistoso y sabroso. Bonito del norte marinado sobre su emulsión, algas wakame y perlas wasabi, con escabeche de tomate. Dos aspectos que me encantaron. Por un lado, el guiño a la cocina japonesa, de la cual un servidor es fiel admirador y por otro lado, que un elemento como el wasabi no enmascarara el sabor del verdadero protagonista.
Continuamos deleitándonos con nuestro inmenso y bravo mar cantábrico: anchoa marinada sobre estofado de pieles de bacalao y praliné de almendra salada, con salazón de anchoa y perlas de tobiko o pez volador. Excelsa la mezcla del sabor del pescado con los frutos secos.
Otra joya más: chipirón relleno del guiso de sus patatas sobre alioli, raba frita y espuma de tinta. Dos detalles a valorar más que positivamente; la suprema calidad del cefalópodo y lo bien ligada que estaba la salsa. Verdadero manjar.
Vayamos con los platos principales. No podía faltar nuestra reina de las aguas, la merluza. Esta vez elaborada a la plancha sobre falso risotto de trigueros y emulsión de coliflor. Homenaje al maridaje de diferentes materias primas.
No faltó la nota más dulce, como no podía ser de otra manera y doble, además: sorbete de fresa sobre strausser ácida de yogur y vinagre balsámico y crema brûlée caramelizada con frutos rojos, escarcha de frambuesa y helado cremoso de queso. Impagable. Los amantes del dulce llorarán de emoción al tener el placer de saborearlo.
Hay un lugar en un valle donde la gastronomía tradicional y moderna se dan la mano y ese es Casa Garras.
Última visita: 11/08/20
Barrio Concha, 6
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