miércoles, 22 de enero de 2014

Veneración por lo tradicional e histórico

En el día de hoy, queridos lectores, además de gastronomía un poquito de historia, dado que el restaurante del cual vamos a disertar es en sí mismo pura historia. Se trata del Cubita o Aixerrota (molino de viento en euskera). Y quizás es el nombre por el cual se le conoce a dicho restaurante, ya que este aprovecha la estructura de un molino de viento antiguo para su comedor y cafetería, en la zona alta de Getxo, en un entorno privilegiado ¿Y qué podemos decir del molino? Pues que dejó de funcionar a finales de este siglo XX, debido a sus dificultades de mantenimiento. No obstante, su importancia fue notable, ya que fue construido en 1720 para paliar los efectos de la sequía, y destinado a sustituir los molinos de agua de la orilla de los ríos. Y por último para los amantes de la arquitectura y sobre todo, de los molinos, un apunte más; el eje móvil es de cuatro aspas, similar a los molinos manchegos.






Que más, que más. En cuanto a la comida, esta podríamos catalogarla de totalmente tradicional. Los más innovadores en este caso tienen las de perder, mientras por el contrario, los amantes de la gastronomía clásica son los auténticos vencedores. Su decoración clásica y noble, lo que nos permite degustar la comida en un ambiente tranquilo y relajado. Además hay que destacar que dispone de tres comedores independientes, proporcionando tanto en las cenas intimas como en las comidas de grupo un ambiente familiar. Y por supuesto, si la climatología acompaña, el café en la terraza exterior, para disfrutar de unas vistas espectaculares vistas a la costa. No obstante, con buen criterio, los propietarios se han curado en salud y han habilitado igualmente una terraza cubierta. Excelente medida.







Y ahora ya a lo primordial, es decir, a relatar la experiencia gastronómica allí vivida. Clásico el tipo de gastronomía, pues clásica también la demanda: 2 entrantes y 2 segundos. Comenzamos con unas anchoas fritas abiertas magníficas, por lo frescas que resultaron. Nada que cuestionar. A este tipo de producto es lo único que se le debe de exigir. Tan fácil decirlo, pero al mismo tiempo, tan difícil de llevarlo a la práctica.







Segundo entrante: ensalada de bacalao ahumado y ventresca. Cual fue nuestra sorpresa que además del bacalao y del atún, el plato presentaba salmón ahumado y unas anchoas del Cantábrico. Desde luego, que más completo no podía ser y como el añadido estaba exquisito, miel sobre hojuelas. Gracias, por tanto.







Llegan los segundos, y ya totalmente inmiscuidos en este ambiente tradicional, comenzamos con el pescado, como bien mandan los cánones. Merluza a la romana acompañada de chipirones en su tinta. Debo avisarles que se trata del plato estrella de la casa, y vaya que es cierto. La merluza, nuevamente, como en los casos ya mencionados, fresquísima y la textura y la salsa de los calamares, de cum laude. Mi más sincera enhorabuena.






Por último, evidentemente, la carne; un sabroso y elaborado en su punto solomillo con patatas caseras. Si hasta ahora no habían caído en complicaciones y todo había funcionado correctamente respetando la calidad de la materia prima, ¿por qué alterar la llave del éxito? Gracias a la divina providencia, o más bien a sus acertadas decisiones, continuaron con esa dinámica. De este modo, una vez más, plato sin estridencias, pero de nota.









Al llegar a los postres, uno no puede resistir la tentación de dejar testimonio gráfico de lo allí visto. Obviamente no degustamos todo lo que se ofrecía, pero díganme ¿qué les parece este carrito de postres? ¿no les recuerda a las series británicas emitidas a media tarde? Sea lo que fuere, desde luego que es un verdadero placer para los ojos, por lo que por dicho motivo les hago cómplices de este éxtasis del dulce.











¿Y qué es lo que escogimos entre tanta maravilla? Primero, una de las tartas más ligeras y con más tradición en esta zona geográfica: pastel ruso. Para los que no tienen el placer de conocerlo, indicarles básicamente que se trata de una especie de cubo blanco a capas con azúcar glas por encima. Blanco, porque reinan el merengue y la nata.








Y el otro postre, un clásico donde los haya: milhojas de crema y nata. Desde luego que los postres no fueron lo mejor del banquete, todo hay que decirlo, sin embargo, habida cuenta que los anteriores platos superaron con nota las expectativas, un pequeño borrón, y nada más. Bueno, sí. Si me permiten, un pequeño consejo para las cabezas pensantes del Cubita. Quizás deberían reducir un poco la carta de postres y seguro que ello redundaría en una mejora de la calidad. Me lo cuentan. Espero sus noticias.







Para los amantes de lo clásico sin tapujos este es el lugar ideal ¿Regreso al siglo XVIII?




Última visita: 11/01/14


Galea Errepidea, 30
48990 Getxo, Vizcaya, Vizcaya


944 91 17 00

3 comentarios:

  1. Como bien dices, muy clásico, pero si está rico...estupendo. La pena los postres. Un abrazo, Clara.

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    1. Tienes toda la razón, Clara, pero eso tiene su parte positiva; quizás haya que volver para comprobar in situ si los postres han mejorado o no.

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