martes, 12 de julio de 2016

Cocina catalana de vanguardia

Hoy nos acoge la turística Barcelona para ofrecernos uno de sus muchos lujos gastronómicos. Y no hay que alejarse mucho, ya que casi en pleno centro a escasa distancia de la plaza de toros Monumental, en concreto en el distrito del Eixample, se encuentra dicha joya, que no es otra que el restaurante Manairó. Al frente de todo ello un apasionado de los fogones y enamorado de la enseñanza gastronómica: Jordi Herrera, que ha sabido rodearse de hábiles e inquietos alumnos de su escuela, tales como Roger Viñas. Está claro que el futuro del Manairó está más que asegurado.








Lo que más sorprende del Manairó, aparte de su gastronomía catalana de vanguardia, es su atrevida decoración, rozando lo tétrico. El local es estrecho con mesas en una única hilera, demasiado pegadas a la pared y con una iluminación muy escasa, para tratar de crear un ambiente más íntimo. Lo de la luz es realmente original, porque el camarero te recibe junto a la puerta, y como a la antigua usanza te acomoda en la mesa, iluminando la mesa, que está en penumbra, con un foco. Resulta un poco más siniestro la jaula donde se deposita el foco, porque en vez de pájaros, tiene una navaja, Muy estilo Buñuel diríamos.








El primer entrante fue muy original; realmente fueron dos: sardinas a la brasa, por un lado y xoff de pan con tomate, por otro. Además de muy sabroso, estético y apoyado en un soporte muy atractivo -el chef está detrás del diseño de todo lo ornamental-. Buen comienzo.






Continuemos con los entrantes. El siguiente fue un guiño a la cocina nipona, pero quizás quedó un tanto deslucido: bonito ahumado con tomillo y vermut. Yo siempre he sido un amante de la cocina innovadora, pero con precaución. Una de las premisas es que la materia prima no se vea enmascarada por otro ingrediente, y esta vez es lo que sucedió con el vermut, que en absoluto mejoraba el sabor del bonito.





Gratísima sorpresa nos llevamos con el siguiente entrante. Sopa de calamar con calamar. En principio puede parecer que el plato no nos diga nada, pero el mérito está en que con un sólo producto se puede crear una auténtica maravilla. Un único calamar provocaba múltiples sensaciones y todas exquisitas. Bravo.





A continuación, uno de los entrantes que cada día está ganando mayor peso en nuestra rica gastronomía: yema de huevo coulant con chistorra. Eso sí, una manera diferente de trabajar con el huevo. En vez de ofrecerlo a baja temperatura, en está ocasión se trataba de un huevo cocido y líquido por dentro. Resultó sabrosísimo.






Más sorpresas, y de las notables. Mientras nuestros ojos no daban crédito, porque lo que creían ver era una basta fritura de calamar, al llevárnoslo a nuestra boca supimos que se trataba de calamares de huevo frito ¡¡Otra vez se jugaba con el huevo!! Con un simple huevo lo que se podía obtener era mágico. Inolvidable.






Vayamos con los momentos del pescado. Dos mejor que uno. El primero fue merluza con garbanzos y butifarra negra. La combinación de ingredientes fue perfecta. Nadie esperaba el conjunto garbanzos-pescado, y al mismo tiempo los productos tradicionales de la tierra presentes, caso de la butifarra.






Y el segundo también fue de sabor contundente: raya con habitas y jugo de cangrejos. Si bien la raya no es uno de mis pescados favoritos, la salsa de cangrejos, y sobre todo, las habitas, suavizaban el plato, mejorando muy mucho el resultado.






En el apartado de carnes, como no podía ser de otra manera, para mantener la sintonía la propuesta fue igualmente de dos platos. Por un lado, carrillera de cordero asada con tirabeques y Mª Luisa. Un valor seguro, y más aún, sabiendo de la destreza de Jordi. Muy recomendable.






Por último, un especial filete de ternera a la parrilla de clavos. Similar al anterior plato en su elaboración, pero distintos en el sabor. Nada que ver un filete con una carrillera; habrá quien se incline por el primer plato y habrá quien prefiera el segundo. Cuestión de gustos. Nosotros afortunadamente saboreamos ambos dos.







Finalmente, doble sesión de postres. Para aligerar, una refrescante caipiriña de maracuyá. Muy acertado comenzar con un dulce más digestivo, para después saborear el postre estrella con más deseo, si cabe.







Órdago final: coulant de chocolate y ron. Otro plato de los clásicos de nuestra repostería. Eso sí, que no nos den gato por liebre. Cuando mucho abunda es peligroso. No fue el caso. Textura y sabor de diez, sin olvidarnos del helado de frutas del bosque, que no bajó el nivel para nada.







Productos tradicionales catalanes dirigidos hacia la elaboración de una gastronomía novedosa y de innovación, todo eso, nada más y nada menos, es Manairó.




Última visita: 18/06/16




Diputació, 424
08035 Barcelona





93 231 00 57

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